miércoles, 24 de febrero de 2016

El proceso industrializador japonés a partir de la Revolución Meiji

En el plano económico la Revolución o Restauración Meiji supuso el salto del feudalismo al capitalismo en muy poco tiempo, de una economía agraria a una verdadera potencia industrial. En este trabajo se apuntan varias claves sobre este proceso que no tiene paralelos en la historia.
El modelo de crecimiento japonés se basó en tres factores: el apoyo estatal al proceso de industrialización, una política de salarios bajos que favoreció la acumulación de capital, y la tendencia evidente a la innovación del empresariado.
El Estado japonés apoyó este proceso a través de distintas iniciativas. En primer lugar, hubo una apuesta por el fomento de las industrias pesadas, de la explotación minera, la construcción y las industrias estratégicas, especialmente de la de armamento. En materia de transporte el Estado priorizó el marítimo sobre el ferroviario, ya que la estructura en islas del país y su compleja orografía lo hacían muy caro, aunque a pesar de esos factores se fue montando una red ferroviaria a partir de los años setenta del siglo XIX.
Otra apuesta fue por la industria textil, primero de la lana, sustituida por el algodón aunque a un ritmo lento, y destacando la industria textil sedera.
Por fin, se emprendió la explotación de Hokkaido con una colonización dirigida a frenar el expansionismo ruso en la zona.
Japón vivió un fuerte crecimiento demográfico paralelo al industrial. De 37 millones de habitantes en 1880 se pasó a 50 millones en vísperas de la Primera Guerra Mundial. Pero el éxodo rural, necesario para nutrir de mano de obra la industria, no fue tan fácil ni rápido como en Europa, ya que muchos campesinos japoneses fueron reacios a abandonar sus tierras y pueblos para emprender una nueva vida en las ciudades con trabajos nuevos.
Una vez en marcha el proceso de industrialización, impulsado por el Estado, se pasó, rápidamente, a una etapa de capitalismo financiero de grandes empresas. Japón unió en muy poco espacio de tiempo las dos fases clásicas de la Revolución Industrial. A finales del siglo XIX aparecieron los grandes oligopolios, como Mitsui, Mitsubishi, Yasuda y Sumitomo.
Una característica de la industrialización japonesa fue el conocido como mimetismo tecnológico. Japón emprendió un intenso proceso de imitación de Occidente. Hubo un gigantesco esfuerzo por asimilar lo mejor de cada país. Había que conocer las técnicas occidentales en todos los campos. Este fenómeno permitió tuvo beneficiosas repercusiones en la industria y en otros campos, ya que los japoneses se ahorraron los problemas derivados de las primeras aplicaciones de los inventos e innovaciones, ya que antes se habían practicado en otros países. De Inglaterra aprendieron sobre la navegación; de Francia les interesaron sus estructuras administrativas; en Alemania adquirieron conocimientos militares y médicos y, por fin, de Estados Unidos, sus innovadoras técnicas comerciales. El Estado japonés contrató a muchos profesores, sabios y técnicos occidentales. No se escatimaron gastos a la hora de pagar buenos salarios a estos extranjeros ni para fomentar la investigación en todos los campos científicos y tecnológicos. Por fin, se establecieron premios para las empresas más eficaces.
La transformación económica del Japón, junto con el resto de cambios políticos y sociales que trajo consigo la era Meiji, tiene mucho que ver con el inicio de una política imperialista de nuevo cuño. El reducido espacio geográfico del archipiélago japonés, la fuerte presión demográfica y la necesidad de materias primas y mercados llevaron al Japón a participar en una serie de conflictos, especialmente en Corea y China, además de chocar con el imperialismo ruso.

Eduardo Montagut

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