Nicolás de Oresme fue un sabio francés del siglo XIV que se destacó en distintas materias: astronomía, matemáticas, filosofía, teología, musicología y economía. Fue obispo de Lisieux y consejero del rey Carlos V de Francia.

Oresme defendía la exclusiva competencia del príncipe para acuñar moneda pero el rey no era su dueño porque la moneda sería un instrumento legal para el cambio de riquezas naturales entre los hombres. En conclusión, la moneda pertenecería, realmente, a quienes poseyesen esas riquezas.
Esta teoría sobre la autoridad monetaria llevaría, lógicamente, a condenar el envilecimiento de la moneda, su alteración, en definitiva. Esta alteración podría darse en la proporción, peso o materia de la moneda. Los monarcas no tendrían derecho a alterar la moneda porque no tendrían derecho a corromper la riqueza de sus súbditos. Oresme considera la adulteración de la moneda más grave aún que la usura, aunque también la condene. La alteración de la moneda se hacía contra la voluntad de los súbditos y no ofrecía ninguna ni tan siquiera la ventaja que obtenía el que prestaba el dinero, es decir, el interés. En realidad, la adulteración de la moneda se convierte en un impuesto no declarado que produce distorsiones en el comercio y empobrecimiento general. Por fin, la adulteración provoca que el oro y la plata escamoteados se desplacen a lugares donde se cotizan más, disminuyendo el “dinero bueno” en el país, que se queda con la moneda adulterada.
Oresme está haciendo una clara defensa de los comerciantes, de la burguesía frente a los abusos de la autoridad superior, la del príncipe, algo que será muy habitual a partir del Renacimiento en los Estados Modernos. Por fin, el autor estaría preparando o anticipando cambios profundos en el pensamiento de la Iglesia en relación con la economía.
Eduardo Montagut
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