martes, 22 de diciembre de 2015

La unificación italiana

En este artículo planteamos un esquema general del proceso de unificación italiana.
Después del Congreso de Viena, Italia era realmente una “expresión geográfica” dividida en multitud de Estados. En el norte estaban el Reino del Piamonte-Cerdeña (Casa de Saboya) y los dominios austriacos de la Lombardía (Milán) y Véneto (Venecia). En el centro había un conjunto de pequeños Estados controlados por los austriacos –Parma, Módena, Toscana-, y se encontraban los Estados Pontificios bajo la soberanía del Papa. En el sur se encontraba el Reino de Nápoles o de las Dos Sicilias (Casa de Borbón).
Tras la dominación napoleónica y la reorganización del mapa italiano como resultado de las resoluciones del Congreso de Viena surgió en algunos sectores intelectuales y políticos italianos el deseo de crear un Estado único. Es el momento delRisorgimento, un movimiento intelectual que soñaba con la unidad de Italia, con ambiciones económicas, lideradas por los comerciantes e industriales piamonteses que deseaban un mercado mayor y único, y unos proyectos políticos diversos, ya que para algunos la unidad debía realizarse bajo la autoridad del Papa (Gioberti), otros bajo el rey del Piamonte (Cavour) y, finalmente, otros optarían por la república (Mazzini).
Las revoluciones de 1820, 1830 y 1848 fueron ensayos para poner en marcha la unidad, pero fracasaron. En el 48 comenzó a calar en algunos sectores populares la idea nacionalista al enfrentarse al Imperio austriaco, enemigo común de liberales y nacionalistas. El doble fracaso del movimiento liberal y nacionalista en el norte por la intervención austriaca contra los levantamientos milanés y veneciano con el apoyo del Piamonte, y en el centro con la intervención francesa contra la República romana, obligó a replantearse la estrategia a seguir.
En este período clave para la unificación italiana destacará la figura de Camilo Benso, conde de Cavour, liberal moderado al frente del gobierno del Piamonte, que convierte a este Estado en un régimen político liberal y al rey Víctor Manuel II en el candidato para liderar la lucha contra los austriacos. Cavour desarrolla una intensa actividad diplomática y consigue atraer a Napoleón III para que apoye su proyecto a cambio de recibir Saboya y Niza. El Piamonte y Francia entrarán en guerra contra Austria en 1859 y consiguen arrebatar la Lombardía (Milán), pero Napoleón decide retirarse y fuerza un pacto con Austria. Posteriormente, el Piamonte consigue hacerse con los estados de Parma, Módena y Toscana.
Mientras tanto, en el sur se están produciendo una serie de acontecimientos muy importantes. Garibaldi, un guerrillero republicano, héroe del 48, con un ejército de voluntarios, los “camisas rojas”, desembarca en Sicilia y Nápoles y derrota a los Borbones, con el apoyo de los campesinos sublevados. Garibaldi tenía un proyecto de unidad muy distinto al defendido desde el Piamonte. Pretendía una república con alto contenido social pero, al final, cedió ante Víctor Manuel y Cavour, porque primó más en su ánimo el deseo de unidad. Así pues, cedió el poder al rey del Piamonte.
El nuevo reino situó su capital en Florencia y aprovechó otros conflictos internacionales para completar la unificación. En 1866, valiéndose de la derrota de Austria frente a Prusia, ocupó Venecia; y en 1870, con la derrota de Francia frente a Prusia, ocupó Roma, donde se instaló definitivamente la capital de Italia.
El nuevo Estado italiano adoptó el sistema político liberal piamontés, una monarquía constitucional. Además se unificó la administración. El sistema electoral era censitario y muy restringido. Los sucesivos gobiernos, generalmente en una posición de centro liberal, se emplearon en políticas centralizadoras y de creación de una unidad real sobre la diversidad que suponía la larga historia dividida de los italianos. Pero el Estado italiano tuvo graves problemas que lastraron el desarrollo del mismo. En primer lugar, estaría la cuestión de la integración del sur atrasado. Frente a un norte desarrollado y que había tenido su propia revolución industrial, el sur italiano era agrícola, estaba muy atrasado y no se industrializó. En su seno nacieron sociedades secretas delictivas como la Camorra napolitana y la Mafia siciliana.
La integración de los católicos en el nuevo Estado fue muy compleja porque el Papa no reconoció la situación política y se consideró prisionero en Roma, una vez que los Estados Pontificios habían desaparecido.
El desarrollo de una política imperialista en África no dio los frutos deseados. Italia intentó incorporarse a la carrera colonial occidental pero sufrió serios reveses en Abisinia (Etiopía). Italia tenía una serie de reivindicaciones territoriales, ya que reclamaba el Tirol meridional y Trieste, en manos austriacas, al considerar que eran territorios de italianos por su lengua. Fueron los conocidos como territorios “irredentos” o no rescatados del poder extranjero.
Por fin, habría que tener en cuenta el desarrollo de un potente movimiento obrero poco propicio a colaborar con las instituciones.

Eduardo Montagut

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