miércoles, 6 de enero de 2016

La Antigüedad en el siglo XVIII

La Antigüedad ejerció una intensa influencia en el arte y la cultura del siglo XVIII a través, fundamentalmente, del estilo neoclásico. Es evidente que ya el Renacimiento había realizado una profunda relectura del mundo clásico y lo había reivindicado, pero tenemos que tener en cuenta que se circunscribía a la civilización grecorromana y a través de las ruinas y monumentos en Roma. Ahora, en el Siglo de las Luces, se ampliaba el conocimiento de la Edad Antigua a otras civilizaciones como la etrusca y, sobre todo la egipcia. Se inició el estudio de los jeroglíficos y se organizaron viajes que generaron bibliografía, destacando el Viaje a Egipto y Siria (1794) de Constantin Volney, obra que ejerció una clara influencia en Napoleón. Precisamente, el emperador organizó la primera gran expedición científica y artística a Egipto en relación con su aventura militar, y que posibilitó la publicación, ya en el siglo XIX, de la monumental Descripción de Egipto, que revolucionó el conocimiento que se tenía de esa civilización.
En este siglo XVIII comenzó el estudio exhaustivo de Grecia, iniciado con la obra descriptiva del inglés Stuart, titulada Antigüedades de Atenas (1762). En ese sentido, fue fundamental la aportación del alemán Winckelmann, prefecto de antigüedades y bibliotecario de Roma. Planteó que el verdadero arte antiguo era el griego mientras que el romano era una copia o adaptación. En 1764 publicó su Historia del Arte, que desencadenó una pasión sin igual por Grecia.
En relación con el ámbito romano las excavaciones de Pompeya y Herculano ejercieron una enorme influencia artística y cultural, sobre todo desde la publicación en 1787 de sus resultados. El impacto no fue solamente en la arquitectura o la escultura, sino también en las mal llamadas artes menores: mobiliario y decoración de interiores. Los europeos pudieron conocer cómo los romanos decoraban sus espacios y se intentaron imitar o interpretar sus motivos y formas.
La publicación de libros de arqueología y de grabados de monumentos y ruinas, fruto de la pasión editorial ilustrada, constituyó un medio fundamental para la difusión del conocimiento de la Antigüedad, como hemos visto ya con algunos ejemplos. Piranesi hará una intensa labor difusora con sus libros de grabados, aunque muchos de ellos serían interpretaciones muy personales y llenas de imaginación, pero dejaron en la retina de los europeos elementos arquitectónicos y escultóricos del mundo clásico que podían incorporarse al arte moderno.
Los viajes, como el Grand Tour de los nobles ingleses, fueron otro medio para el conocimiento y difusión de la Antigüedad. En 1749, Madame de Pompadour, encargó al arquitecto Souflot y al grabador Cochin que acompañasen a su hermano, el marqués de Marigny, en su viaje a Italia, con el fin de que se formase en el arte clásico, y que tanta influencia tuvo en el arte francés, gracias a al poder derivado de su cargo de director general de edificios del rey, responsabilidad que desempeñó entre 1751 y 1773. Por su parte, el conde de Caylus emprendió varias expediciones, como la que realizó para buscar las ruinas de Troya. Su gran aportación como anticuario fue la impresionante obra, Compendio de Antigüedades egipcias, etruscas, griegas, romanas y galas, cuya publicación se inició en 1752, y que se convirtió en una fuente fundamental donde bebieron muchos artistas neoclásicos.

Eduardo Montagut

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