martes, 1 de marzo de 2016

Los problemas del crecimiento de una gran urbe en el Antiguo Régimen: la Roma del XVI

En este artículo abordamos los problemas generados por el crecimiento de una capital europea de la importancia de Roma en el siglo XVI y de cómo fueron abordados por parte del Papado.
Roma experimentó un enorme crecimiento demográfico en el siglo XVI a partir de la crisis que supuso el saqueo de la ciudad en 1527. Si en aquel momento había unos cincuenta y cinco mil habitantes, en 1600 esta cifra se había duplicado. El gobierno pontificio tuvo que hacer frente a las consecuencias de este crecimiento emprendiendo diversas políticas, con distinto éxito.
Los papas se preocuparon de organizar el abastecimiento de la urbe para evitar motines y revueltas. En relación con el agua potable se pusieron en marcha tres acueductos en la segunda mitad de la centuria, que llegaron a proporcionar unos ciento ochenta mil metros cúbicos de agua al día, y que permitieron abrir treinta y cinco fuentes públicas.
La higiene fue otra preocupación mayúscula para evitar enfermedades, aunque fue muy dura la epidemia de tifus de 1566. A principios del siglo se levantó un almacén de basuras, que hubo que financiar a través de un impuesto que pagaron artesanos y comerciantes. En 1556 se adoptó una medida muy moderna, ya que se prohibió que las cloacas y letrinas terminaran desembocando en la vía pública.
Este aumento demográfico y el carácter de capital de una corte fastuosa y del catolicismo hicieron que el viejo sistema bajomedieval de asistencia quedara obsoleto. Roma se llenó de mendigos, niños sin familia y se disparó el fenómeno de la prostitución. Son de destacar los hospitales y hospicios levantados por Gregorio XIII y Sixto V, pero en esta cuestión no se consiguieron solucionar los problemas asistenciales porque siguió aumentando el número de necesitados. El brillo de Roma era de tal calibre que atraía a todo tipo de personas que intentaban buscarse la vida al abrigo de los príncipes mundanos y de la Iglesia.
El cuarto gran problema del crecimiento poblacional fue el de la vivienda. Quizás no haya ningún caso de la época moderna donde el poder se haya implicado tanto en fomentar la construcción. Algún historiador ha llegado a afirmar que se convirtió en la principal actividad económica de Roma, muy por encima de las manufacturas y el comercio. Había que levantar casas para esas cincuenta mil personas, que es la cifra del crecimiento total que se produjo en el siglo, como hemos apuntado al principio. Se abrieron dos barrios nuevos y una treintena de calles. En el plano monumental, el siglo terminó con sesenta palacios nuevos, una veintena de villas, y más de cincuenta iglesias nuevas, incluyendo la Basílica de San Pedro. Toda esta febril actividad estimuló la producción de las canteras, pero también el sector del transporte y el textil. Roma se convirtió en una de las ciudades donde la población vivía mejor, como media y dentro de lo que cabe, de toda Europa.
El crecimiento demográfico y urbano trajo una última consecuencia, el endeudamiento de la ciudad. Para ello se hacía necesario abaratar el crédito. Para bajar el tipo de interés se creó el Monte de Piedad en 1539. Se decidió que allí se ingresara el dinero procedente de las ventas judiciales y de las liquidaciones de quiebras, permitiendo emplear un tipo de interés entre el 2 y 3% en los préstamos que concedía dicha institución, por lo que aumentaron vertiginosamente a partir de mediados de siglo.

Eduardo Montagut

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